Paseo Bravo, el sitio de álamos

*El emblemático parque, como alameda, fue llamado Paseo Bravo y en 1896 se levantó un monumento en memoria de Nicolás Bravo

Guadalupe Juárez

Puebla, Pue.- Los pájaros cantan cuando se posan sobre las ramas de grandes álamos, las carcajadas de los niños que juegan con los chorros de las fuentes resuenan, las parejas conversan, los adultos mayores todavía extienden el periódico impreso y lo leen, es la estampa diaria del Paseo Bravo, el parque que por décadas ha servido de refugio para los poblanos.

El Paseo Bravo fue abierto hasta 1840, las familias acaudaladas eran las primeras en disfrutarlo con paseos matutinos, el lugar era conocido como La Alameda o Paseo Nuevo, porque el Paseo Viejo ya se encontraba en otro sitio de la ciudad.

Pero sobre el parque en el que ahora las niñas y niños patinan, los jóvenes pasean y algunos grupos protestan, se ha forjado sobre la historia.

A principios del siglo XIX, antes de que el sitio se llenara de árboles y monumentos por doquier, había una plazuela conocida como Plaza del parral, ahí mismo, yacía una horca que fue removida.

Tiempo después, en 1819, el gobernador Ciriaco del Llano propuso la creación de un paseo público en la ciudad, de acuerdo con el historiador Pedro Ángel Palou, entonces se encargó a José Manzo, arquitecto neoclasista, originario de la capital del país.

La intención era otorgar “honesta distracción” a los habitantes de la capital poblana, con diversión y desahogo.

Cinco años antes, en ese lugar fue fusilado Miguel Bravo, sobrino de Nicolás Bravo, por lo que el sitio fue cercado, adornado con árboles y colocó un busto, es ahí donde nacieron los primeros metros de uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad. Sin embargo la pieza fue removida y se perdió tras varios traslados.

Corría 1862, Puebla se preparaba para la batalla contra los franceses y entonces todos los árboles del paseo fueron cortados.

Ocho años después, ese parque, como alameda, fue llamado Paseo Bravo. En 1896 se levantó un monumento en memoria de Nicolás Bravo y frente a la iglesia de Guadalupe (conocida como La Villita) Porfirio Díaz puso la primera piedra del monumento dedicado a la independencia.

Luego llegaría un monumento dedicado al político mexicano Gabino Barreda, al presidente municipal Leopoldo Gavito y al empresario textilero Esteban de Antuñano. En 1921 llegaría uno de los regalos más significativos de la comunidad francesa a Puebla: El Gallito.

Los cambios más significativos fueron en 1940, cuando se instaló una pista de patinaje, luego un zoológico, en donde se podía escuchar a César, un león que era el favorito de los paseantes y cuyo rugido inundaba el lugar.

Había serpientes, patos, osos, linces, un gato montés y avestruces. También hubo una plaza de toros y ya en los años 50 un quiosco y un pozo de agua sulfurosa, atracciones que ya no existen en la actualidad.

Ahora persiste sólo la gran sombra que regalan en el día los álamos frondosos, el sonido de las hojas al caer en otoño y el agua de las fuentes.

 

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