El fresno centenario

*En cada primavera, el mítico árbol vecino de Los Volcanes, donde se encuentra ubicado el campus de la Salud de la BUAP, resurge y se renueva

Jaime Carrera

Puebla, Pue.- En la colonia Los Volcanes en la capital poblana hay un vecino verde y frondoso. Un imponente fresno. Por sí mismo, este histórico ser vivo alberga y funge como refugio o lugar de descanso en medio de la urbe para más formas de vida: aves, insectos o reptiles.

Hoy luce verde con un tronco agrietado, pero grueso y en cuyas ramas penden cien años: un siglo de historias, anécdotas, vivencias en medio de la vocación universitaria de esa zona, pero también de la transformación de la ciudad en todo ese tiempo ¿Cómo llegó, quién lo sembró?

La información contenida en una placa informativa refiere que en la primera mitad del siglo XX, existiendo aún como edificio contiguo el hospital “Jesús Carranza”, el árbol comenzaba a ganar terreno y la infraestructura creció a su alrededor, sin perder su jerarquía actual.

En los fríos inviernos, el fresno vecino de Los Volcanes, en donde se encuentra ubicado el campus de la Salud de la BUAP, ha parecido seco, pero cada primavera resurge y se renueva, acumulando más y más años de existencia en medio del arroyo vehicular, hoy protegido y cercado.

La iniciativa es clara: cuidar y preservar algo que no puede hablar, pero que en cada hoja pintada de verde comunica un sentido de pertenencia en el lugar y la gente que lo ha visto crecer. Una perspectiva difundida por la organización “Árboles Patrimoniales de Puebla”.

Catalogado como un peculiar vecino, hoy quienes viven en los alrededores de las facultades de Medicina y Estomatología de la BUAP, saben que fueron ellos quienes llegaron al territorio del gran fresno, pero están dispuestos a cuidarlo y mantenerlo a salvo.

Una señora, de nombre Mireya, pasea a su perro y de pronto se detiene junto al fresno, por motivos que sólo ella conoce o recuerda, mira de abajo a arriba el tronco, y vuelve a mirarlo, sabe que el fresno es su vecino y como tal, quizá le hace una reverencia.

A la par, unos cuantos automóviles transcurren por la 27 Poniente, unos de reojo ven el árbol y les llama curiosidad el por qué está cercado y a lo lejos observan una placa conmemorativa, una medida que lo ha visibilizado aún más y que busca cuidarlo.

El viento sopla y los últimos rayos del sol recaen sobre las hojas todavía verdes en vísperas del otoño, y por momentos, parece que el fresno de 100 años de edad respira mientras se erige gallardo, fuerte y en espera de acumular más historias de vida.

Por lapsos el silencio permite escuchar el movimiento de sus ramas, el ruido de la vida inmóvil, de un ser verde que así como los jóvenes que egresarán de las carreras de la Salud, luchará por dar vida, que aún cuando la gente se vaya o se quede en la colonia, seguirá allí.

Un vecino, un amigo, un confidente, un fresno con cien años de existencia y unas raíces que, afianzadas, y con el cuidado de quienes buscan preservar árboles patrimoniales, seguirá dando sombra, acogiendo vida y recabando historias que pasarán a la posteridad.

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