Izúcar de Matamoros, un paseo de sensaciones

*Conocido como la puerta de entrada para la mixteca poblana, el lugar nos lleva a una estampa cotidiana de marchantas en la vendimia, olores a pozoles, arroz, chiles rellenos y rajas, y santuarios católicos

Jaime López

Izúcar de Matamoros, Pue.- Literalmente, recibe a sus visitantes con una gran calidez. Es una región que, al filo del mediodía, provoca que el termómetro marque 33 grados centígrados. Pero no es un calor bochornoso, de aquellos que hacen sudar la gota gorda cada minuto.

En otras palabras, es una incandescencia soportable, no de las que causan ardor incómodo en la piel. Sin embargo, para las personas que tienen el cuero sensible sí es recomendable llevar un sombrero de ala ancha, para dotar de sombra protectora a su rostro.

Es el municipio de Izúcar de Matamoros. La plaza pública situada frente a la Presidencia Municipal se destaca por la enorme estatua conmemorativa a Mariano Matamoros, uno de los próceres del movimiento independentista de México.

También llaman la atención sus dimensiones, casi cercanas a las de la capital poblana, aunque el zócalo de Izúcar no posee ese aire citadino, a veces petulante.

A unos metros de distancia, se percibe el bullicio del mercado municipal, en el que propios y extraños aprovechan para recargar combustible y curiosear.

Señoras lideran puestos en los alrededores del centro de abasto, ofreciendo con voz alta las frutas y productos de temporada. Resalta el colorido de las pitayas y los aguacates, que están en su punto para ser rebanados al instante y acompañar diversos alimentos.

En uno de los accesos del mercado, hay una serie de puestos que comercializan joyería, algo inusual para un mercado, pero es lo que lo distingue de otros lugares similares.

Al arribar al área de comidas corridas, un festín de olores y sabores dan la bienvenida a los asistentes. Los tacos placeros que venden en varios locales coquetean con el paladar y hacen que la boca se llene de agua.

Arroz, chiles rellenos, rajas, frijoles, salchichas y longaniza están formados en las mesas como soldados preparados para la misión de satisfacer el hambre de la gente.

Hay quienes dicen que no te puedes ir de Izúcar de Matamoros sin probar su pozole, pues se le atribuye tener el mejor sazón respecto a ese platillo. El plato chico tiene un costo de 50 pesos, mientras que el grande vale 60. La mínima diferencia hace que la mayoría de los comensales opte por el segundo.

La decisión es acertada, sobre todo, al degustar la carne de puerco y el maíz prehispánico que conforman ese peculiar manjar de la región, que puede acompañarse con rebanadas frescas de lechuga o rábanos cortados en rodajas.

Para los amantes del picante, una salsa que marida perfecto con el caldo, ese que no quieres que se acabe porque es como una inyección de vitaminas para el cuerpo y todos los sentidos, es decir, para el alma misma.

Una vez complacido el apetito, es recomendable conocer los santuarios católicos de Izúcar de Matamoros, que poco a poco van recuperando su antigua fisonomía tras los estragos causados por el sismo del 2017.

En Santo Domingo de Guzmán, las grietas del temblor son sumamente visibles, pero el fervor de la población ha hecho que el inmueble se mantenga de pie, esperando resurgir de entre sus cenizas.

Acerca de la parroquia de Santiago Apóstol, hay una alegría incontenible por el regreso del corcel blanco, cuya escultura posee una altura mayor a la del promedio de los connacionales.

Lo anterior da cuenta de su tradición espiritual y de que vale la pena darse un  tiempo para visitar Izúcar, un municipio lleno de experiencias religiosas gratificantes, ya sea en su arquitectura o comida.

 

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