La presuntuosa Fuente de San Miguel

*Egoísta sería no rendirle tributo a uno de los emblemas de la ciudad virreinal de Puebla, construida en el Siglo XVIII como abastecimiento de agua, hoy una protagonista habitual en las fotografías del recuerdo

Carolina Miranda

Puebla, Pue.- Bajo los rayos del sol luce imponente la figura de San Miguel Arcángel derrotando a un dragón, por las noches, con las estrellas e iluminada de un azul intenso, la obra barroca deslumbra.

La portentosa Fuente de San Miguel Arcángel, inaugurada durante el siglo XVIII, jamás se achica, ni porque comparte espacio con la Catedral basílica, considerada como uno de los museos más importantes de arte novohispano, ni con la plaza mayor de la Puebla de los Ángeles, tan antigua como la ciudad misma.

Egoísta sería no rendirle tributo a uno de los emblemas de la ciudad virreinal, un protagonista habitual en las fotografías del recuerdo de miles de visitantes, con su potente columna de piedra sostenida por cuatro ángeles que miran a quien se acerca.

El murmullo del agua subiendo y bajando por su estructura llama a cualquiera a acercársele, tocarla y admirarla; por las noches, con el canto de los pájaros que deambulan por los árboles del zócalo, es como una sinergia sin igual.

Diseñada por el arquitecto Juan Antonio de Santa María de Inchaúrregui y tallada por Anselmo Martínez y José Francisco Rabanillo en 1777, la figura de la fuente forma parte de esas instantáneas donde se mimetizan tres estrellas: La Iglesia, Plaza y, por supuesto, la fuente.

Encomendada a San Miguel Arcángel desde su fundación por orden del virrey Antonio María Bucareli y Ursúa, originalmente era el centro de abastecimiento y suministro de agua dulce de la ciudad, pero con el tiempo se transformó en un icono turístico del que muy pocos se resisten.

Colocada en plaza mayor de la Puebla de los Ángeles, creada en 1531 cuando se traza la ciudad convirtiéndose a partir de entonces en el centro neurálgico de la ciudad, fue declarada monumento histórico en 1933.

Jamás se inmuta, ni cuando docenas de visitantes la rodean, la acosan sin cesar. Se mantiene firme y estoica, presumida como sólo ella pudiera ser, con su estirpe de obra de arte.

 

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