*En pasillos ocultos y en una enigmática bóveda de muros tallados en madera y recubierta con oro de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de Puebla se resguardan obras de arte enviadas por el rey Carlos V, como una pintura de la Virgen María embarazada
Carolina Miranda
Puebla, Pue.- Imagine, por un momento, sumergirse y deambular por pasillos ocultos y bóvedas celestiales repletas de lo que podrían considerarse los tesoros patrimoniales más importantes del país.
Verdaderas obras de arte de la época de la Colonia y de la Nueva España en áreas normalmente cerradas al público en general en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de Puebla.
Sumergirse a esos mundos es adentrarse a una colección de arte que nació en nuestro país y que fue exportado a muy pocas regiones del mundo. Una experiencia imborrable.
Sí de por sí, quien entra a la Catedral de Puebla entra al corazón de la época novohispana, al espíritu de una época, el aliento y la energía de todo aquello que nos empezaba a dar forma como mexicanos.
Fue un 18 de noviembre de 1575 cuando se puso la primera piedra de la Catedral de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción, conocida simplemente como Catedral de Puebla, un bien inmueble declarado Patrimonio de la Humanidad en 1987, que resguarda en sus entrañas tesoros poco conocidos.
Como simple visitante, solo se puede acceder a los altares principales y a las capillas destinadas a las actividades eucarísticas propias de la religión católica, pero cuando se tiene la oportunidad de conocer los secretos de la Catedral, uno queda sorprendido.
Se trata de obras de arte enviadas por el rey Carlos V: gobelinos mandados por el mismo monarca a Puebla -que en aquel entonces era capital del virreinato-, pinturas al óleo sobre hojas de oro y tejidos en hilos de oro que, según el historiador de la ciudad, son únicos en el mundo.
Pinturas con representaciones de Jesús y de la Virgen María embarazada. Sí, la Virgen María embarazada, una obra considerada única en su tipo en toda la región.
El impacto es tremendo. Estar frente a crucifijos con la figura de un Jesús mirando hacia el cielo, también únicos en su tipo y enviados a México por la jerarquía europea.
Un sinfín de pinturas de todos los tamaños que, según quienes resguardan estos tesoros, representan objetos de valor incalculable. El recorrido por los pasillos secretos de la Catedral de Puebla culmina con la bóveda principal, donde los jerarcas católicos de la época resguardaban los bienes más preciados de la Iglesia.
La descripción se queda corta: una bóveda de seis paredes, con tragaluces que permiten la entrada exacta de luz natural hacia las obras, creando un efecto casi celestial. Muros tallados en madera y recubiertas con oro de alto kilataje, enmarcando obras que fusionan el arte europeo con el mexicano.
Se trata de uno de los museos de arte e historia más importantes del país, sin lugar a dudas, que se encuentra bajo resguardo de miradas indiscretas. En este lugar existe una energía que parece no provenir de ningún lugar terreno. Es, sin duda, un lugar celestial.
Si el arte ha alcanzó en algún momento un contacto celestial, ese momento fue sin duda resguardado en este sitio.