Don Pablo: una vida en medio de los libros

Mario Galeana

Puebla, Pue.- Don Pablo hace la vida entre libros. Si extiende el brazo, la mano alcanza la solapa de uno. Y si extiende la pierna, la punta del zapato choca con la pasta dura de otro. Así ha vivido durante casi dos décadas: rodeado de letras e historias, agazapado en medio de las voces de los libros.

Porque suyo es el oficio del librero.

Llegó a él tras la crisis de diciembre de 1994. Por aquel entonces era un vendedor que entraba en sus cuarentas, que tenía dos pequeños hijos —una niña y un niño— y que vivía de las comisiones que recibía por su trabajo. Y luego llegó la devaluación del peso, el cierre de los comercios y la necesidad de hacer la vida de un modo distinto.

Los primeros libros que vendió eran los suyos: lecturas repasadas cuando era apenas un chiquillo, novelas descubiertas durante la adolescencia y la juventud. Pero más tarde fue haciéndose de más y más libros. Colgaba anuncios en el periódico —“Se compran libros usados”— y visitaba casas de ancianos que decidían deshacerse de los suyos a falta de espacio, o a falta de memoria, o a falta de gusto.

Sin darse cuenta, llegó al punto en el que se encuentra ahora: montañas y pilas interminables de libros que se extienden por doquier entre su sencilla librería, de nombre Dafna, que se encuentra sobre la avenida 11 Oriente. Quizá su librería sea lo único destacable a lo largo de toda esa calle, que se distingue sólo por el rugido de los autobuses públicos que pasan fúricos sobre el asfalto.

Pero Don Pablo se está tranquilo dentro de su librería, oyendo la radio, fumándose un cigarro, hojeando —tan sólo hojeando— uno de sus miles de libros. Ha pasado por Freud, por Kant, por Sócrates y Platón. Y en la tranquilidad y el cobijo de esos tomos, que contrasta con el trajín de la calle, uno puede explicarse por qué decidió conservar el oficio del librero durante tantos años.

“Siempre estoy tratando de leer algo porque eso hace que cambie el pensamiento. En lo particular, a veces sólo necesito leer la mitad del libro. ¿Por qué? Porque la gente que viene a veces no tiene mucho tiempo para escoger un libro, y sólo pide que se lo recomiendes. Entonces leo lo necesario para descubrir de qué tratan algunos, y así poder recomendarlos”, dice.

Don Pablo dice que ni ahora ni hace 20 años la ciudad se ha distinguido por tener muchas librerías de barrio o bazares de libros. Y ni siquiera considera que la llegada de las grandes cadenas comerciales ha significado para ellos una pérdida o una competencia. En realidad, Don Pablo lo tiene muy claro: en aquellas cadenas se venden sólo ediciones nuevas, y en éstas casi todos son libros usados: hojas anotaciones al margen, con antiguas dedicatorias, con viejos trazos de una vida de antaño.

“¿Y por qué es importante que sigan existiendo librerías?”, le pregunto, casi provocándolo. Él lleva la vista hacia sus torres de libros, mece la respuesta en su cabeza, sus ojos se iluminan y finalmente responde: “Leer es sencillamente fascinante. Porque si uno no lee, estamos más perdidos de lo que ya estamos”.

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