La talavera: arte de los cuatro elementos

*La talavera acaba de recibir el Certificado como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, el cual se da a los conocimientos que pasan tradicionalmente de generación en generación

Anselmo Betancourt

Puebla, Pue.- Los alfareros suelen decir que ellos hacen una parte del trabajo y el horno el resto, lo dicen por modestia, sabiendo que sus manos trabajan en conjunto con el barro, es decir, con la tierra, con el agua que la amasan; y con el fuego; también con el aire que necesitan para avivarlo. Tienen en sus manos, y en su arte, los cuatro elementos que nosotros tenemos la fortuna de disfrutar en esas hermosas y muchas veces inverosímiles piezas de talavera.

Ha sido larga, antigua y quizá hasta ociosa la discusión sobre la diferencia entre arte y artesanía. Cuando uno tiene frente a sus ojos piezas de talavera, le queda claro que esa línea se difumina, pues la creación artística, ya sea arte o artesanía, es parte del genio humano.

Umberto Eco decía que inventos como la rueda, las tijeras o la cuchara una vez descubiertas y perfeccionadas no pueden ser sustituidas por el paso de los siglos, de igual manera podemos decir eso de la alfarería. La talavera acaba de recibir el Certificado como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, el cual se da a los conocimientos que pasan tradicionalmente de generación en generación. En Puebla decir Talavera es como decir mole, la catedral, la arquitectura, los dulces típicos o el mismo aire que se respira, son la síntesis de lo que le da identidad a uno de los estados emblemáticos de México.

Para crear la talavera, una de la más destacadas de las tradiciones artesanas, solo se emplean barros naturales. En principio deben ser barros blancos y negros provenientes exclusivamente de las regiones de Amozoc y Valsequillo, incluso la Norma Oficial establece las coordenadas donde debe ser extraída la tierra.

En 1992 se reconoció a la cerámica de la talavera como Denominación de Origen mexicano y quedó registrada en el instituto de Derechos de Autor como propia de Puebla, elaborada en barro y conformada por un cuerpo cerámico recubierto con vidriado estannífero, decorado con colores metálicos y trabajado manualmente.

El primer paso es mezclar arena negra de Amozoc y arena blanca de Tecali, la cual es lavada y filtrada para quedarse con las partículas más finas.

Las piezas son moldeadas a mano en torno y dejada a secar varios días o semanas, dependiendo el tamaño; se realiza el primer cocido a una temperatura de 850 grados centígrados y se verifica que no tenga fisuras o defectos.

Es cuando se aplica el vidriado inicial o fondo blanco‐marfil y se realiza el decorado a mano; luego se expone a un segundo cocido para endurecerlo (el proceso puede llegar a tomar tres meses para la mayor parte de las piezas, pero en algunas casos puede durar hasta seis).

Solo las piezas provenientes de zonas designadas y de talleres específicos que han sido certificados están permitidos para llamar a sus obras piezas de talavera.

El Consejo Regulador de la Talavera solo ha certificado a nueve talleres, mismos que deben someter sus piezas a 16 pruebas en laboratorios certificados internacionalmente.

Casa Uriarte abrió sus puertas en 1824 con apenas 12 trabajadores y sumaban cien antes de la pandemia. Producían entre 40 y 50 piezas de una vajilla y ahora cuentan con una gama de 580 productos con 800 diseños que, al combinarlos, pueden crear cerca de 50 mil piezas.

La antigua fábrica poblana conserva el horno de cerámica más antiguo, así como los mecanismos para moler el barro más tradicionales y los minerales utilizados que se utilizaban desde el siglo XIX.

Evidentemente han ido adecuándose a la modernidad, pero ese apego a la tradición, la utilización de barros naturales y el apego a los procesos ancestrales les permitió impulsar la Norma Oficial Mexicana para la protección de la talavera, y que se impulsara la denominación de origen.

La Directora de Relaciones Públicas de la empresa, Mariana Muñoz, recordó que es precisamente Uriarte quien tiene la primera denominación de origen del producto, al cual se han sumado nueve talleres más.

El Consejo Regulador de la Talavera es el organismo encargado de realizar una inspección bianual de sus procesos de fabricación. Sólo aquellas que alcancen los estándares están autorizadas para llevar la firma del alfarero, el logotipo del taller y el holograma especial que certifica la autenticidad de la obra, con lo cual las piezas pueden ser enviadas a Estados Unidos, Canadá, Sudamérica, Europa y Asia.

“Son seis pasos básicos para la elaboración de esta cerámica vidriada, no podemos brincarnos el proceso de elaboración porque eso dicta la Norma Oficial Mexicana”, explica Muñoz, una mujer que conoce como la palma de su mano los pasos a seguir para crear las obras de arte.

Para el observador, el comprador o el coleccionista la talavera es una obra de arte, para los alfareros es el apego y el respeto a una tradición que ha venido de generación en generación, pero más allá de eso, es el respeto y el apego a la tierra, a los cuatro elementos que nos dan vida. Los alfareros de la talavera saben, como Umberto Eco, que un plato de talavera, una jarra o un vaso, son tan necesarios como una cuchara: una vez inventados, jamás podrán ser sustituidos.

 

 

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