Cecina de Atlixco: agasajo culinario

*En el mercado Benito Juárez del Pueblo Mágico de Atlixco se concentra la realidad de toda una sociedad, la exquisitez gastronómica

Jaime Carrera

Atlixco, Pue.- El olor a carne asada es inconfundible y se esparce en los alrededores de un punto neurálgico de la economía, movilidad e historia de todo un municipio. Apenas se recorre un tramo de una de las principales vialidades de Atlixco y los colores y sabores advierten de un agasajo culinario.

En la Avenida Independencia, a unos metros del zócalo de la ciudad, el bullicio de los vendedores aturde a locales y turistas, pero es el anuncio de lo que está por ocurrir: una caminata entre los hilos de humo que se combinan y envuelven al visitante en una experiencia acaparadora.

Las ágiles manos de los comerciantes colocan trozos de cecina sobre los asadores, no se quedan quietos, van y vienen, recorren los pasillos con platos, vasos y bolsas. Anotan pedidos, pero sobre todo, lanzan gritos por doquier para atraer la atención de quien ingresó al centro de abasto.

En el mercado Benito Juárez del Pueblo Mágico de Atlixco se concentra la realidad de toda una sociedad, de su gente, sus costumbres y tradiciones, y aún más importante, la exquisitez gastronómica que se convierte en una experiencia de estimulación de los cinco sentidos.

La salinidad de la tradicional cecina atlixquense combina perfectamente con una buena ensalada de nopales, cebollitas asadas y unas tiras de aguacate, todo en un taco con una tortilla caliente y hecha a mano, que antes de ser mordido provoca la salivación de cualquier crítico degustador.

En el sitio hay una escena que se repite constantemente: trabajadores corriendo de aquí para allá, gente recibiendo alimentos y bebidas, agarrando tortillas, partiendo la cecina, agregando queso, echando salsa o pico de gallo: disfrutando de los sabores insignia de Atlixco de las Flores.

Con el tortillero lleno, la acción comienza y la protagonista siempre será la cecina asada y jugosa sobre un plato en cuyo alrededor también hay rabanitos, limón y chiles en vinagre. En cualquier combinación que se le imagine, la carne luce perfecta y de una u otra forma resalta su sabor.

Un producto que ubica a Atlixco como un municipio referente a nivel regional y nacional y cuya elaboración según la narración de comerciantes y carniceros: la deshidratación de la carne elaborada a partir de piezas de vacuno, data de hace aproximadamente 200 años.

Los puestos del mercado del lado del acceso de la Avenida Independencia son variados, pero similares a la vez. Ofrecen casi lo mismo: cecina, así como barbacoa, consomés, mixiotes, aguas de sabor o un refresco bien frío, cada local con uno o más sellos que los distinguen entre sí.

Y la experiencia culinaria justamente se centra en esa dinámica: probar los platillos en los distintos puestos, pero también se trata de degustar esos alimentos que van de un lado a otro, hechos de maíz, los tlacoyos que pasan una y otra vez al interior de canastas cargadas por mujeres.

El pozole, las tostadas, pambazos y chalupas complementan la oferta gastronómica que acumula en su interior el tradicional y colorido mercado Benito Juárez, pero que también se puede encontrar en puestos callejeros o en las cocheras de casas de las colonias de Atlixco.

Así transcurren los días en ese municipio, entre olores, colores y sabores que inundan cada rincón por donde se camine, con sus exóticas nieves, flores y el verde paisaje que se aprecia en el cerro de San Miguel, en cuya punta se erige una Ermita dedicada al Arcángel San Miguel.

De esa manera se vive y disfruta de un lugar tan privilegiado, a escasos 45 minutos de la capital poblana y que en un solo día es imposible de recorrer, porque tan sólo vivir la experiencia del olor contenido en esos hilos de humo de la cecina asada, podría llevar más de un par de horas.

 

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