Don Carlos y el efecto Larcamon

*Aficionado de hueso colorado, ha visto al equipo en sus buenos y malos momentos, desde el ascenso de 1970, campeonísimo de 1990, el descenso de 1999 y 2005, pero hoy la Larcamoneta lo tiene muy feliz.

Antonio Zamora

Puebla, Pue.- A don Carlos no le gusta el tráfico ni los tumultos en los accesos del estadio Cuauhtémoc, por eso cuando faltaba una hora para el encuentro, él ya estaba en su asiento de platea junto a su hijo, con un semblante aparentemente tranquilo, pero sus manos lo delataban, demostraban su ansiedad por ver un partido más de la Larcamoneta, de su amado Puebla.

Ha visto al equipo en sus buenos y malos momentos, desde el ascenso de 1970, el campeonísimo de 1990, pero también cuando descendió en 1999 y en el 2005, por eso, la gran actualidad de su Franja, dirigida por Nicolás Larcamón, lo tiene muy feliz.

Si bien no lleva puesta la playera enfranjada, su corazón es blanquiazul, y se nota por la forma en la que hace sonar sus manos cuando los jugadores camoteros salen al calentamiento, les aplaude con unas ganas que contagia.

El rival de esta ocasión es Bravos de Juárez, un equipo que en Puebla se ve con cierto recelo porque hace tres años esa franquicia era ni más ni menos que Lobos BUAP, el club que jugaba del otro lado de la ciudad.

Por eso, este entregado aficionado pasó de los aplausos a los suyos, a usar sus manos como una especie de megáfono para tratar que sus silbidos lleguen a los oídos de los fronterizos, porque hay que hacer pesar la localía.

Se escucha el silbatazo inicial, el Cuauhtémoc ruge, los casi 27 mil asistentes quieren que este Pueblota se mantenga como líder y siga vivo el sueño de romper una sequía de 32 años sin título de Liga.

El encuentro comienza trabado, con pocas emociones, esto en gran parte por la postura del experimentado técnico de los chihuahuenses, Ricardo ‘Tuca’ Ferretti, quien mandó a sus dirigidos a encimar a los poblanos y encerrarse atrás, porque para ellos un empate sería muy bueno.

Esto hace enojar a don Carlos, quien ahora usa sus manos para tratar de empujar a los suyos, porque los siente muy replegados. Mientras que su hijo tiene una labor importante, el de oír una y otra vez el análisis que este seguidor hace y de las soluciones que encuentra.

“Están mandando mucho pelotazo, es por las bandas”, se le escucha decir acompañado la frase con una maldición que demuestra su desesperación porque ya van 30 minutos de partido y no se ha movido el marcador.

Como si tuviera un resorte en el asiento, dio tremendo salto cuando Jordi Cortizo puso el balón en el travesaño luego de una volea. Parecía el primer gol del juego, pero por eso le dicen la caprichosa a la pelota, simplemente no quiso entrar.

En el medio tiempo encontró quince minutos de paz, se relajó, bromeó con su hijo, se levantó para buscar al de las cervezas, pero cuando arrancó la segunda mitad, se volvió a activar el nerviosismo y llegó el enojo con el gol de Juárez que se desprendió de una desatención defensiva.

A partir de eso, quedó atrás el bonachón aficionado y llegó el apasionado seguidor que veía cómo se le estaba escapando el invicto a su equipo ante un rival aparentemente más débil, pero que se dedicó a ensuciar el partido.

El cubrebocas pasó a ser un accesorio más en su mano, después lo guardó en una de las bolsas de su chamarra y luego volvió a colocárselo en su lugar correcto. El letrado exfutbolista argentino Jorge Valdano dice que el futbol es un estado de ánimo y don Carlos experimentó todas las emociones durante el partido.

La tristeza pasó a ser felicidad al minuto 70 cuando el juvenil Alberto Herrera compensó su baja estatura con viveza y le ganó el cabezazo a la defensiva de Bravos parar anotar el empate, el estadio Cuauhtémoc explotó y el grito de desahogo le llegó a don Carlos.

El resto del encuentro, su asiento dejó de serle útil porque se quedó de pie, su cuerpo ya no se podía tener quietud. El cabello blanco bien peinado con el que llegó se convirtió en una maraña que era muestra clara de su desesperación.

No pudo llegar la victoria, pero el Puebla se entregó, por eso, aunque quería la victoria, don Carlos despide a sus jugadores y sobre todo a Larcamón, tal como los había recibido cuando llegó, con una carretada de aplausos, porque este equipo puede ganar o empatar, pero lo que realmente tiene enamorados a sus hinchas, es la forma de entregarse en el terreno.

 

 

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