El microcosmos del Centro Histórico de Puebla

*Adentrarse al Centro Histórico de la Ciudad de Puebla, declarado en 1987 como Patrimonio Mundial de la Humanidad, es ingresar a un mundo con 391 manzanas vivas y dos mil 619 lugares cargando a cuestas historia

Guadalupe Juárez

Puebla, Pue.- La combinación entre el pasado y el presente: la Puebla colonial con fachadas de azulejos y muros religiosos y una ciudad que respira y late a diario, así es un Centro Histórico, uno nombrado como patrimonio mundial de la humanidad, aquel que le pertenece a cada ser humano que va naciendo y muriendo en la Tierra.

En la ciudad de Puebla, el legado comprende casi siete kilómetros cuadrados de calles con fachadas coloridas, esas que marcan más la sombra de las personas en las mañanas de invierno, cuando el sol sale por el lado oriente y sus rayos de luz entran al Centro Histórico entre las calles.

Se le nombra Patrimonio Mundial al legado de la humanidad, a esos rastros que dejan los antepasados, que se vive en el presente, y que se debe cuidar para ser conservados en un futuro y lo otorga la Organización Mundial de las Naciones Unidas.

El Centro Histórico de Puebla obtuvo el nombramiento en 1987. Hay otros de ciudades que también son una herencia a otras generaciones, como el de Oaxaca y Ciudad de México.

En la capital poblana, son 2 mil 619 lugares que guardan historias detrás, muros y muros que fueron construidos sobre calles perfectamente trazadas del mismo tamaño. Son 391 manzanas, recorridas a diario por personas que han vivido aquí desde hace décadas o quienes sólo vienen de paso por unos días.

Es Patrimonio Mundial el imponente Palacio Municipal, lo es cuando la gente camina por sus portales, lo es cuando personas que conducen sus vehículos se dirigen a su trabajo por esas calles.

Es un legado cuando puedes escuchar las aves que despiertan y cantan desde las copas de los árboles, lo es cuando una mujer vestida con traje naranja pasa la escoba entre las lajas para barrer el polvo y las hojas que se han caído de los árboles frondosos.

Lo es cuando un par de amigas caminan para tomar un autobús e ir a otro punto de la ciudad. Cuando el voceador acomoda sus periódicos para que los transeúntes vean los titulares del día, lo es cuando hay quienes se levantan temprano y degustan un café en los establecimientos cercanos al zócalo, cuando un joven con audífonos puestos trota para hacer ejercicio, cuando una mujer saca su perro a pasear, cuando familias enteras desayunan en los restaurantes.

Cuando las campanas de La Catedral imponente repican, cuando los domingos los santuarios religiosos se llenan, cuando los artistas sacan sus cuadros de sus talleres, cuando los artesanos exhiben sus piezas en el mercado, cuando el caos de una ciudad se hace presente.

También cuando un niño cruza la calle para ir a la escuela, cuando una enfermera y un doctor entran a un hospital para atender a pacientes, cuando un burócrata llega a su oficina, cuando un comerciante ofrece sus productos, es cuando el centro histórico, el legado de la humanidad, vive.

Foto: Jaime López
Foto: Especial

 

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