Los misterios del Barrio de San Antonio

*Los indígenas de San Miguel Canoa se asentaron en el sitio a vender leña y carbón, ahora el lugar ubicado cerca del Centro Histórico de la ciudad de Puebla resguarda leyendas de su pasado

Guadalupe Juárez

Puebla, Pue.- Hay silencio, las calles están vacías casi todo el tiempo, apenas una mujer cruza la plaza principal frente a la iglesia, una que al igual que el barrio ha cambiado con el paso de los años.

El Barrio de San Antonio está cerca del Centro Histórico de Puebla, pero hace siglos era de lo más alejado de la ciudad acaudalada y colonial.

En estas calles los indígenas que provenían de San Miguel Canoa se asentaron en el sitio y ahí se dedicaron a vender leña y carbón en la plazuela frente al templo religioso que se edificó con el nombre de Santa Bárbara, construida por los franciscanos.

La iglesia primero fue una ermita, construida en 1570, cuando antes era el camino a Tlaxcala. Por ello había un portal de peregrinos.

Años después, le cambiaron el nombre y decidieron que se iba a dedicar a San Antonio, el santo al que recurren las personas para conseguir pareja.  Se dice que el nombre se lo pusieron los habitantes, ya que había una imagen a la entrada muy milagrosa, y por eso, prefirieron que llevara el nombre del santo.

Luego, con el paso de los años, el barrio que era habitado por personas que se dedicaban al servicio de los nobles y personas con dinero en el Centro Histórico, se envolvió del mito de ser una zona insegura, algo que prevaleció por años.

Los mitos acerca del lugar crecieron, no sólo por la violencia entre pandillas, sino por las prácticas de supuestos rituales oscuros que se practicaban en el lugar.

También, entre sus habitantes se han contado por años una anécdota, la vez que el compositor Agustín Lara acudió a una cantina del barrio y en una riña, alguien le cortó el rostro con una botella rota.

En el barrio de San Antonio estaban todas las cantinas y los burdeles que no tenían buena fama, una especie de zona de tolerancia, según cuentan.

Cada 17 de enero, el templo está lleno de personas con sus mascotas, con las que acuden para recibir la bendición.

Ahora en el barrio sus habitantes han intentado borrar del imaginario colectivo que el lugar es uno de los sitios inseguros.  En sus bardas hay pintadas el rostro de una mujer morena con cabello negro recogido, envuelta por flores moradas.

A un costado de la mujer está San Antonio con una túnica y cargando a un niño Jesús, con piel morena.  Después, hay un niño con cabello corto, piel apiñonada, que sonríe al lado de un perro de raza labrador.

 

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