El santuario de la felicidad infantil

*Tiempo de rendir tributo a un lugar levantado a semejanza de la sabana africana, donde miles de personas se sorprenden con las maravillas del mundo animal y atesoran recuerdos familiares; el rescate de la jirafa Benito, trajo nuevos reconocimientos sociales a Africam Safari

Guadalupe Bravo

Puebla, Pue.- Uno vuelve a sentirse como un infante que explora el mundo lejos de casa por primera vez. El asombro viene como un alud que invade el cuerpo y la pupila frente a los lémures de cola anillada, las gallinas de Guinea, gansos egipcios, llamas y los elefantes africanos que descansan en las tierras de la zona Delta de Okavango.

Los capibaras, tan acostumbrados a las miradas sorprendidas, beben agua de los pequeños lagos y alimentan a sus crías que yacen en su nicho. Ante los ojos de los extraños, se imponen varios pares de enormes cuernos blancos que pertenecen a las vacas de oriente watusi.

Aquí, el rinoceronte negro derriba el estigma de ser un animal peligroso, al alimentarse con frutas de la mano de turistas intrépidos. Sin duda, los que se llevan la admiración de los visitantes son los elefantes africanos.

Su piel gruesa con arrugas solo es sinónimo de experiencia, pueden llegar a vivir más de cincuenta años en cautiverio. Se sabe que la manada es dirigida por la hembra más longeva y que sus crías no se despegan de su madre sino hasta que alcanzan el año de vida. Los ejemplares recuerdan el viejo continente africano por la forma de su oreja.

El legado viviente del capitán Carlos Camacho Espíritu habita en Puebla, a través de cientos de animales salvajes que tienen un hogar en Africam Safari, un lugar que volvió al ojo de miles de personas por el rescate exitoso de Benito, la jirafa.

Dentro de la zona de Valsequillo, un santuario que se ha convertido en el refugio de animales salvajes que huyen de la caza ilegal, los depredadores furtivos y hasta de la mano de los seres humanos; también un lugar de miles de recuerdos de niños, niñas, mujeres y hombres que lo visitaban junto a sus padres y abuelos.

A tan sólo 16 kilómetros de la ciudad de Puebla, dos enormes puertas de madera son las guardianas del parque de conservación de vida silvestre más grande de Latinoamérica, fundado un 2 de abril de 1972 por el señor Carlos Camacho Espiritu.

Son los visitantes resultan ser los ocupantes del hábitat de osos, leones, hipopótamos y hasta de ciervos rojos que son la viva imagen del reno navideño. Así como del lobo mexicano extinto en las afueras del parque.

El recorrido se llena de calma en el mariposario, donde el bello aleteo colorea el cielo y las copas de los árboles que desbordan el santuario que las resguarda. La cercanía con las especies es tanta que hasta es posible sostener una mariposa monarca en la mano.

Los ejemplares que engalanan la estancia en el parque son el jaguar y una puma que conviven en el mismo lugar. La fuerza, capacidad y rapidez son característicos de estos animales.

Carlos Camacho Espíritu vio cristalizado su sueño hasta que en 1976, a sus 49 años, intentó defender a una familia que había bajado de su auto y se vio atacada por un tigre de Bengala, que terminó por infringir heridas que provocaron su muerte cuatro meses después.

El capitán Carlos Camacho tuvo, hasta sus últimos días, un espíritu aventurero que lo impulsó a cruzar la frontera con Estados Unidos y aunque la migra lo repatrió a tierras mexicanas, su sueño de ser locutor lo motivó a regresar al extranjero hasta conseguir su nacionalidad.

Con el papel que lo acreditó como ciudadano estadounidense, también llegó la responsabilidad de realizar el servicio militar donde obtuvo el grado de capitán y aviador militar. Su personalidad inquieta y emprendedora lo hizo fundar los laboratorios de medicamentos “Mayo”, con los que generó grandes ganancias que lo hicieron perseguir su máximo sueño: sobrevolar África.

Camacho Espiritu quedó maravillado por la naturaleza del continente africano, que visitó en varias expediciones para capturar animales exóticos que luego trasladó al que de inicio sería un zoológico.

Luego que los animales salvajes causaran gran asombro y tras varios análisis sobre el cuidado y la reproducción de los animales, Africam Safari abrió sus puertas. El parque debe su nombre a la combinación de África y Camacho.

Su esposa y después sus ocho hijos se hicieron cargo del parque de conservación de vida silvestre que ha tocado las fibras más profundas de poblanos y turistas de todo el país que aún tienen la esperanza de que los animales encuentren un hogar luego de tanta devastación.

Un hábitat construido a semejanza de la sabana africana donde los animales caminan en libertad controlada.

 

 

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