Una Babel de sabores

*Todo aquel poblano que se precie en serlo, ingresó a un espacio íntimo de molotes, cemitas, quesadillas y mole, llamado Antojitos Tomy, con 41 años en el Centro Histórico de la ciudad de Puebla

Édgar Ávila Pérez

Puebla, Pue.- Cuando uno camina al lado de esa típica casona y arroja una mirada al interior, descubre una Babel de sabores transformados en imágenes: crujientes y enormes molotes acomodados como pétalos de una flor a punto de abrir; pan de cemitas en hileras que miran desde una antigua vitrina.

Conforme se contempla más a profundidad, aparece una humeante plancha de metal cociendo lentamente quesadillas y ahí, cerca del fuego crepitante, varios recipientes rebosan de salsas que bien podrían dibujar un arcoíris: verdes, rojas y escarlatas, salpicadas con trozos de cebolla y cilantro.

Los platos de plástico de colores varios, se organizan con perfección visual que evocan añejas fondas, otros paraísos; todos comparten espacio con tiras de queso de hebra, flores de calabaza, huitlacoche, tinga, epazote y papa, ingredientes empujados en medio de las tortillas recién aventadas al comal.

Las cuatro chalupas y el vaso transparente de plástico de la blanca horchata, colocados en una mesa, resaltan desde la diminuta puerta de la casona del Centro Histórico de la ciudad de Puebla que nos adentra a un mundo -aunque parezca una referencia trillada- de colores, olores y sabores de la Puebla virreinal.

Cualquier poblano que se precie de serlo, traspasó esa puerta de la esquina que conforman las calles 5 Poniente y 3 Sur, y se sumergió a un lugar de paredes de talavera de 41 años de tradición familiar: Antojitos Tomy.

Las tres generaciones que han conservado las recetas originales, lograron lo que muy pocos sitios pueden presumir: reunir en un solo espacio a hambrientos oficinistas, obreros, barrenderos, maestros, empresarios, turistas y extranjeros.

Cuando está lleno, todos ellos forman parte de una sinfonía de sabores, olores, voces.

“Me siento orgullosa y me da gusto atenderlos, porque por ellos estamos acá y siempre les damos buena atención”, afirma Doña Tomasa Chiquito, la mujer que inició el lugar.

A sus 76 años de edad, recuerda cuando cargaba en la espalda los bultos con los productos para preparar en la vía pública gorditas de frijol, quesillo, carne deshebrada, con salsa, cebolla y aguacate; y quesadillas de chicharrón, tinga, huitlacoche, queso y requesón.

Poco tiempo después se refugió en el interior de un local; una “zapatería de reparación de calzado”, que se convirtió en el origen de Antojitos Tomy, donde la gordita bandera, el molote y la quesadilla poblanas, chalupas, la cemita y las chanclas son el emblema, pero no lo único.

El mole poblano, mole de panza, tacos dorados, tostadas, entre muchos más que Doña Tomasa prepara bien y con amor, parte de los secretos que transmitió a su hija Silvia y su nieta Diana Pérez Chiquito.

Y ahí en la caja registradora, también aparece Silvia Chiquito, quien sigue los pasos de su mamá. “El ejemplo arrastra más que las palabras”, dice. La necesidad de salir adelante y el amor por los alimentos crearon un sitio que refleja la Puebla pasada y presente.

Muestra gratitud al ser divino, porque después de la pandemia muchos negocios cerraron y la gente sigue adentrándose a su espacio de mesas pequeñitas, pero sabores netamente poblanos

“El sabor es poblano, con todos los ingredientes que Puebla tiene”, enaltece mientras verifica que la magia surja en la cocina donde salen platillos humeantes de sabores Pipopes (Pieza Poblana Perfecta).

 

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